martes, 31 de enero de 2017

La constante permanencia del cambio

Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace? John Maynard Keynes 

Nos ha tocado vivir un tiempo de cambio que, sin embargo, quizás no sea muy diferente a otros tiempos pasados. Unos 500 años antes del inicio de nuestra era, en la costa de lo que ahora es Turquía, nació Heráclito de Éfeso, considerado el filósofo del cambio, según el cual el cambio es precisamente lo único que permanece. El mundo cambia a nuestro alrededor y nosotros cambiamos con él. A veces es un cambio deseado y consciente pero en otras ocasiones nos vemos obligados a movernos a disgusto de manera que lo acabamos haciendo pero tarde y mal, porque negarnos a cambiar nosotros cuando nuestro mundo cambia suele tener consecuencias desagradables. 

Esto que acabo de decir no es en absoluto original ni nuevo pero es habitual que nos olvidemos de ello. Nuestra iconografía cultural está poblada de ejemplos de personas que permanecen irreductiblemente fieles a principios adoptados muchos años atrás, habitualmente en su primera juventud. Y llamamos chaqueteros a aquellos que cambian de opinión cuando el mundo a su alrededor ha cambiado. En definitiva, suele suceder que vemos con malos ojos los cambios cuando nos afectan a nosotros porque nos resistimos a ellos con uñas y dientes y cuando afectan a otros porque los consideramos traidores a unos principios que, una vez adoptados, deberían permanecer inmutables y eternos.