sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Nos vemos en Segorbe?

Subir una montaña. Caminar. Correr un trecho del camino. Son cosas que los humanos hacemos desde que somos humanos sea lo que sea que eso signifique. La evolución nos dotó de las herramientas adecuadas para desplazarnos sobre nuestras piernas recorriendo grandes trechos y, sin embargo, a diario sigo respondiendo la misma pregunta: ¿Por qué corres descalza? 

No es una pregunta que me moleste pero a veces pienso que por muchas palabras que gaste en dar explicaciones seguiré sin conseguir hacerme entender del todo. Caminar erguidos es algo propio de los humanos, pero entender que somos capaces de hacerlo descalzos es algo que va más allá. Todos los animales podemos ir descalzos. La mayoría de los humanos elegimos proteger nuestros pies de la abrasión, el frío o el calor y también podemos optar por vestir y adornar nuestros pies por una simple cuestión estética. Sin embargo, parece que nos hemos olvidado de lo obvio, de que podemos caminar y correr con calzado pero también descalzos. Esa la manera original de hacerlo. Nuestros pies vienen equipados con una fascia plantar fuerte y elástica que conecta con el tendón de Aquiles y que nos permite recorrer largas distancias sin necesidad de un calzado que amortigüe nuestros pasos. Porque nuestro sistema de amortiguación natural, si no dejamos que se atrofie, supera con creces la capacidad de protección que puede ofrecer cualquier compuesto sintético añadido en el talón de la más sofisticada de las zapatillas de correr.