martes, 29 de julio de 2014

Esa niña que corría

Opino que correr es una forma de meditación activa. Hay días en que mis pensamientos fluyen como un líquido deslizándose suavemente desde mi mente para acabar difuminándose entre las ramas, las plantas y las piedras del camino. Otros días en cambio adoptan una forma sólida que acaba anclada en algún rincón de mi cabeza hasta que papel (o teclado) en mano me decido a abrir una puerta para que salgan de su escondite y se conviertan en palabras escritas. 

Hoy, mientras mis piernas me llevaban monte arriba, mi cabeza ha viajado al pasado mientras recordaba los años en que, siendo una niña-casi-adolescente, me entrenaba en la escuela de atletismo de mi pueblo. Me ha venido a la mente la figura de la que fue mi entrenadora, Ana, licenciada en educación física y corredora de gran nivel, y he recordado la manera en que corría por aquella época y cuánto parecen haber cambiado las cosas. Pero, ¿realmente han cambiado tanto? ¿Corremos ahora de un modo tan diferente a como se hacía antes? ¿Han cambiado tanto los métodos de entrenamiento, el calzado, la concepción de lo que se considera una buena técnica de carrera? No lo tengo tan claro. Por algún motivo extraño esos pensamientos han estimulado mis músculos y tendones y han aumentado la velocidad de mis piernas. Y todos ellos, piernas y pensamientos unidos, me han llevado casi en volandas durante todo el recorrido. 

Al detenerme las ideas seguían ahí, ahora ya sólidas y prestas para ser escritas.